miércoles, 25 de febrero de 2009

Un continuado insulto al Partido Liberal



Por Luís Agüero Wagner.

Insultar cotidianamente al Partido Liberal pareciera ser la consigna del obispo Fernando Lugo, quien intenta por todos los medios presentar a los liberales como indeseables, para encubrir a los facinerosos de su entorno.
Al ser indagado sobre el próximo presidente de PETROPAR, la petrolera estatal que fue tomada como botín de guerra por personajes de su entorno determinando la renuncia de su presidente Cíbar Granada, en tono burlón y despectivo el obispo afirmó que "existen muchos candidatos, como diez, del partido Liberal".
El objetivo es presentar al partido Liberal como una agrupación de personajes inescrupulosos, que sólo buscan acceder a los puestos burocráticos importantes para lucrar, como si los demás partidos no estuvieran inficionados de personajes de igual o peor calaña, sobre todo entre quienes rodean al clérigo-presidente.
La presencia perturbadora de un personaje como el obispo Fernando Lugo, desde su descenso a la arena política ha tenido como resultado un proceso de agresión permanente a los partidos políticos, elementos fundamentales de la democracia.
En todo su accionar, Fernando Lugo ha manifestado un profundo desprecio por los partidos políticos, apoyándose en grupúsculos sin representatividad tales como ONGs derechistas financiadas por la embajada norteamericana (*), de donde han sido extraído la mayoría de los integrantes de su gobierno.
Ya durante su campaña proselitista, todas sus maniobras tendieron a restar protagonismo y participación a las burocracias de los partidos históricos y con ideologías, y priorizar el protagonismo de los oportunistas y los medios.
El hecho ha deteriorado significativamente la calidad de la democracia paraguaya, dado que los partidos son fundamentales en el sistema político y su funcionamiento institucional, la estabilidad y buen funcionamiento democrático.

Ignorando todo esto, tanto los actores sociales como los intelectualoides que rodean al clérigo-presidente Fernando Lugo, como la prensa que lo sigue apoyando incondicionalmente, hace tiempo vienen estimulando la crisis de los partidos, e incentivando el repudio hacia ellos por parte de la ciudadanía.
Para llegar el poder, el clérigo agredió a los partidos políticos legitimando en muchos casos dirigencias de partidos fantasmas o extintos, marginando a las dirigencias de otros sectores, junto a personajes que tenían el favor de su prensa, dirigida sobre todo por la embajada norteamericana y la Secta Moon.
Si algo ha demostrado Fernando Lugo con todo esto, ha sido su desprecio por los partidos y en particular, su ingratitud hacia el Partido Liberal.
Recién a los cuatro meses de haber asumido el poder el obispo Fernando Lugo se dignó, por primera vez, a convocar a los presidentes de partidos políticos a una reunión.
Durante todo este tiempo que esperó para realizar la convocatoria, aferrado a su equipo de oportunistas funcionarios de ONGs derechistas, ha demostrado un soberbio desprecio por los partidos en general y en particular, una irritante ingratitud hacia el Partido Liberal, a pesar de haber sido mérito suyo la tan anhelada alternancia.
Aunque el fin de los 61 años de hegemonía del aparato clientelista del estado teñido del signo político colorado ha tenido diversas interpretaciones, y complejas y múltiples causas, es imposible restar méritos a la estrategia y la actitud de la dirigencia y el electorado del Partido Liberal, verdaderos artífices fundamentales de la resonante victoria popular del 20 de abril.
Superando a las propias limitaciones y a la misma historia, fueron sus dirigentes quienes con estoicismo y el espíritu templado, soportaron la conducta anárquica del abigarrado conglomerado de "aliados", inclusive con la grandeza de no excluir a quienes restaban más votos de los que sumaban.
A esta campaña que fue un verdadero poema a la coherencia con los propios principios y las ideas, la contraparte respondió con una dialéctica del año 1947, un discurso tan anticuado y sectario como el legionarismo y el lesseferismo que defendían los liberales que cayeron en febrero de 1936, incapaces de reaccionar coyunturalmente de cara a la historia.
Se malograron así, invocando un fanatismo vacío de contenido, las posibilidades de una candidata digna de mejor suerte, que con altura exhibió en el momento culminante un espíritu democrático y una madurez cívica inusuales entre los suyos.
El discurso pluralista que desecharon los colorados fue recogido por el Partido Liberal, que haciendo honor a su ideología permitió la expresión de un abanico de movimientos que abarcaron todo el espectro político, actitud que honró a la agrupación y que el pueblo premió atiborrando las urnas en beneficio de la alternancia.
Muchos de los grupos no liberales que teóricamente apoyaron al candidato ganador, pero que en realidad pusieron en riesgo el tan necesario y anhelado paso para la democracia paraguaya que se dio en abril, más tarde con insólita impavidez, aparecieron en espacios del gobierno adjudicándose la herencia de un triunfo que no les pertenece, de una victoria en la que no han tenido parte, tras una campaña cuyo sosiego perturbaron y cuyo desenlace comprometieron con su errática conducta.
Muchos de estos grupos que el liberalismo toleró con grandeza y estoicismo, como el Pmas, incluso se permiten lapidarias sentencias antiliberales mientras otros tales como el Partido Febrerista o Demócrata Cristiano, incluso sacrificaron la personería de sus propios partidos, los cuales hoy han desaparecido legalmente sacrificados ante el altar de la victoria liberal.
A quienes hoy se han envuelto en escandalosos hechos de público conocimiento, tras haber sido nombrados en forma desatinada en esos cargos por soberbia e ingratitud, tras haber malogrado una magnífica oportunidad para el socialismo dispersando votos por vanidad y egolatría, debe recordarse su deber de cumplir con su palabra, aunque no haya sido sincera, de que hacían lo que hacían por la patria, no comprometer el futuro del país y dejar gobernar al partido Liberal. LAW






(*) La totalidad los integrantes del gabinete del obispo Fernando Lugo provienen del sector de las ONGs financiadas por la embajada norteamericana. Se cuentan entre ellos a Gloria Rubín (referente en Paraguay del NED y la CIA), Camilo Soares (beneficiario de fondos de IAF y NED, favorecido del gobierno de George W. Bush) Rafael Filizzola (signatario de acuerdos con Alvaro Uribe a instancias de la ex operadora del plan Colombia Liliana Ayalde), Karina Rodríguez (de la Casa de la Juventud, que recibió 127 mil dólares de la Inter American Foundation), Liz Torres (referente de las logias de ONGs dependientes de la embajada norteamericana), Esperanza Martínez (del movimiento Tekojojá, financiado por USAID, hoy envuelto en escándalo por corrupción), Canciller Hamed Franco (del Pmas, un movimiento financiado por James Cason), el Vice-canciller Jorge Lara Castro (recibe dólares de la embajada a través de la ONG fantasma Alter Vida), Ministro de Defensa General Bareiro Spaini (hombre de la embajada norteamericana, educado en las escuelas de golpistas de Estados Unidos) o el ministro de Hacienda Dionisio Borda, antiguo responsable de las finanzas de los gobiernos corruptos y agente de la embajada norteamericana y del FMI.

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