jueves, 7 de mayo de 2009

LA LICENCIOSA VIDA DE FERNANDO LUGO

Publimetro

En san solano, un pequeño poblado del distrito de San Pedro, departamento de Ita­púa, nace el hombre que pareciera estar destinado a romper esquemas. De obispo pasó a ser presidente de Paraguay primero, y a padre biológico de al menos tres ni­ños, después. Es Fernando Ar­mindo Lugo Méndez (57), siempre constituyó el “puñal en la espalda” pa­ra la Iglesia Ca­tó­lica, como lo calificara en su momento monseñor Rogelio Livieres Plano.

Es un hombre destinado a transgredir reglas. Sin tener la dispensa del Vaticano, presen­tó su candidatura a la presiden­cia del país. Esa dispensa firmada por el papa Benedicto XVI llegaría recién en julio del 2008, tres meses después que Fernando Lugo derrumbara 61 años de hegemonía del Partido Colorado, con una elevadísima popularidad.

Licencia para amar
Simpatizante de la Teoría de la Li­beración, Fer­nan­do Lugo siempre tu­vo una estrecha afinidad con los pobres. Los ayu­daba a or­ganizarse, llegando a encabezar movilizaciones sociales contra la au­sencia estatal en el departamento y otras injusticias.
Con esas características, su popularidad creció rápidamente en un departamento donde cerca del 90% de los pobladores son pobres. Sin embargo, esa “afinidad” con la gente que recurría a él, lo llevó a cruzar la línea que le imponía su condición de célibe y casto.
El obispo de Ciudad del Este, monseñor Rogelio Livie­res Plano, es uno de los más férreos detractores de Fer­nando Lugo, tras la decisión de éste de lanzarse en la política. Tras los escándalos surgidos por los casos de su­puesta paternidad del ahora presidente, el titular de la dió­cesis local no se guardó palabras para expresar su desaprobación. “Desde el 2006 en que le pedimos que se retire de la actividad política y él se comprometió a hacerlo, nos mintió y no merece nuestra confianza”, expresó.
Livieres añadió que “cuando era obispo de San Pedro, a Lugo ya se lo veía más en la actividad social y política, muy poco en la actividad pastoral”.
Consultado si no fue un acto de valentía que el presidente asumiera públicamen­te la paternidad del hijo de Viviana Carrillo, el obispo fue lapidario al señalar que es “una valentía que tardó dos años”, en alusión a la edad de la criatura.
¿Perdió la confianza?
“La confianza en el pueblo se ve afectada, pero probablemente no en el sector popular, sino en los sectores medios e informados de la población”, explica el sociólogo y analista político José Guggiari.

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