sábado, 2 de febrero de 2008

ALIANZAS COMUNISTAS CON EL PARTIDO LIBERAL en Paraguay

PARAGUAY:
ALIANZAS COMUNISTAS CON EL PARTIDO LIBERAL
(Luis Agüero Wagner, en El Mercurio Digital)

Uno de los más serios historiógrafos que desarrolló su obra en la absoluta orfandad que impone el ambiente paraguayo a quien quiera abocarse a la producción intelectual, Alfredo M. Seiferheld, escribió un interesante libro titulado “Nazismo y Fascismo en el Paraguay”, donde habla de la alianza que sellaron los miembros del Partido Comunista Paraguayo con el grupo cuarentista del Partido Liberal, que llevó al país a la dictadura nazi de José Félix Estigarribia en 1940.
En la página 194 de su libro Seiferheld explica que el apoyo comunista a la candidatura de Estigarribia se dio a través de la Confederación de Trabajadores (dominada por el partido comunista en ese momento), según un extraño documento fechado el 8 de julio de 1939, donde los seguidores de Lenin autóctonos incluso llegaban a ensalzar al mismo Franklin Delano Roosevelt, de la misma manera que hoy nuestra izquierda imprime afiches en desagravio al embajador James Cason.
Con un pragmatismo digno del Partido Colorado, en su documento los comunistas afirmaban textualmente que el contacto de Estigarribia con la política panamericanista de Roosevelt, basado en el empréstito (dólares pellizcados por el jefe del ejército del Chaco en Washington con la excusa de la amenaza expansiva del Tercer Reich, como más adelante el justificativo sería la URSS) y expresado en declaraciones progresistas y en promesas de gobernar democráticamente, aseveraban la justeza de apoyo comunista al Partido Liberal. Con un antológico doble discurso añadía que el Partido Comunista era un partido de orden y de democracia, que cumplía un deber patriótico al salvar al Paraguay de la vergüenza bochornosa del fascismo y de la oligarquía, aunque se arrojaba a los brazos del partido de la oligarquía y catapultaba a quien inauguraría la dinastía de dictadores neo-nazis al servicio del imperio norteamericano en Paraguay.
En ese momento histórico, con similitudes que se perciben en el presente, el liberalismo paraguayo acató con sumisión la orden del norte de alinearse detrás de un proyecto que contravenía sus propios principios idelógicos. El mismo caso se da hoy con el apoyo de cierta izquierda al proyecto del obispo Fernando Lugo.
De acuerdo a la misma fuente, este espectacular viraje del comunismo criollo permitió al mismo rescatar algunos presos que tenía y conservar la dirección de la Confederación de Trabajadores. Barthe, Aurelio Alcaraz, Tomás Mayol y otros fueron liberados a raíz de un entendimiento al que llegaron con el Ministro de Gobierno y Trabajo cuarentista, Alejandro Marín Iglesias, de tal suerte que la confederación adhirió públicamente al gobierno de Estigarribia siguiendo la disciplina comunista. El único disidente comunista, Oscar Creydt, desautorizó cualquier soporte del comunismo paraguayo al imperialismo norteamericano pero como se encontraba en México, su opinión era lo de menos.
Lo que siguió es historia conocida; el 18 de febrero de 1940 Estigarribia dio un autogolpe, ordenó el silencio de los partidos políticos, amordazó a la prensa, intervino a la universidad y a mediados de año promulgó por decreto una constitución totalitaria de nítido corte nazi-fascista.
Curiosamente, el Partido Comunista siguió apoyando al gobierno Nazi del generalote favorecido por Washington, lo que nos hace parafrasear a un periodista de la época que clandestinamente publicó un artículo diciendo que el comunismo había arribado a la trágica y cenital conclusión de que el fascismo era la única salida, la única forzosa solución.
Los seguidores de Marx y Lenin habían descubierto así que el bárbaro, retrógrado y despótico modelo de Hitler y Mussolini era el inexorable refugio final de la íntegra energía liberadora del pueblo paraguayo, la que afirmaba su personalidad y culminaba su destino. Poco faltó para que reemplacen la hoz y el martillo por la svástica.
Tan consubstanciado llegó a sentirse el gobierno líbero-comunista con las ideas que llegaban desde Europa que partidarios de Estigarribia como J. Wasmosy y su grupo presentaron en el parlamento un proyecto para prohibir la inmigración de judíos al Paraguay. Los comunistas siguieron apoyando al gobierno de Estigarriba hasta su fin, aunque el dictador haya prohibido incluso la difusión de las sagradas escrituras del partido, las obras de Marx y Lenin.
Esta táctica amoral de comunistas y liberales terminó como tenía que terminar: creando en el sustrato social paraguayo las reales y objetivas condiciones para el totalitarismo fascista que conocimos después, y que tras heredarlo fortuitamente los colorados y el dictador Alfredo Stroessner poco se esforzaron por enfrentar.

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