(Luis Agüero Wagner)
La mágica palabra que viene siendo agitada por los responsables de la campaña del obispo Fernando Lugo -“cambio”-, en realidad lleva mucho tiempo vaciada de contenido por los autoproclamados líderes que constituyen su entorno, compuesto casi en su totalidad por caciques de pequeñas tribus sin ninguna legitimidad democrática y digitados por burocracias que desprecian pasmosamente la democracia interna de los partidos.
Su mismo compañero de fórmula, emergido del partido que cortará el bacalao en el supuesto caso de acceder al gobierno, es llamado por sus correligionarios como “Federico Fraude”. Ha cobrado estado público que en los comicios en que fue ungido candidato a vicepresidente, nuestro abanderado del cambio contó con el voto a ultratumba de una buena cantidad de fallecidos.
El candidato a quien muchos consideran el verdadero ganador, Carlos Mateo Balmelli, ha denunciado inclusive que afiliados al gobernante partido colorado se desempeñaron como jefes de las mesas en las votaciones que supuestamente dieron por ganador a su rival. Todo un ejemplo de pluralismo y cooperación democrática más allá de las banderías políticas.
En el Partido Encuentro Nacional, los dos bandos en pugna fueron declarados violadores políticos por sus propios correligionarios, luego de haber pasado por encima de todo reglamento en las últimas internas. Otro de los pequeños grupos que apoya al obispo intentando dar un engañoso marco de alianza, conocido por recibir simultáneamente dinero de Hugo Chávez y de George W. Bush (el PMas), es acusado de haber obtenido reconocimiento de la Justicia Electoral paraguaya con padrones usurpados al proscripto Partido Patria Libre, acción sincronizada con el Ministerio del Interior de Julio César Fanego.
En Tekojoja, la disidencia sabe muy bien que no tiene chances contra los financistas del grupo, quienes además de “izquierdistas” son testaferros de USAID y de James Cason. En otros partidos como País Solidario o el Demócrata Cristiano, campean las listas únicas demostrando el espíritu democrático y pluralista de estos grandes próceres de la democracia, que contradictoriamente ejercen la dictadura perpetua en sus propias agrupaciones y promueven “el cambio” haciendo gala de fidelidad a las más puras tradiciones autoritarias del Paraguay eterno. Y en el caso del filizzolismo, priorizando el aporte de dinero a la hora de confeccionar listas, al decir de sus propios leales seguidores.
Al margen de ello, el titular demócrata-cristiano es acusado por respetables referentes de su propio partido de enajenar locales partidarios para eludir leyes laborales, todo un ejemplo de conciencia social y “cristiana”.
En nuestro conocido PRF, el autodesignado “presidente” Nils Candia (quien dio el voto de confianza febrerista al represor Mochito Morales, ahora supuestamente repudiado por la Alianza que integra) incluyó a su propio hijo en el tribunal electoral partidario antiestatutario que digitó, donde también aparecía la candidata Laura Gómez como juez y parte a la vez. Entre muchas otras irregularidades, se falsificaron las actas de la Asamblea extraordinaria del PRF, hecho penado con tres años de cárcel por el Art. 251 del Código Penal. Esto además de haberse ultrajado por enésima vez toda la carta orgánica de partido, según lo ha documentado el disidente Marcial Jiménez.
La mayoría de estos minimizados grupúsculos, cuya única razón de existir es proporcionar destaque a su cacique-presidente, a la vez único referente y candidato, sabe muy bien que no tiene la más mínima chance electoral ante la aceitada maquinaria de control de masas del Partido Colorado. Esta es la razón por la cual han decidido agazaparse detrás de una candidatura surgida en las altas esferas de control mediático (como la de Fernando Lugo), especulando con obtener misérrimas migajas y con que una muy improbable división interna colorada los catapulte al poder el 20 de abril. Para lograrlo, deberán también vencer la indeferencia de las grandes mayorías que, en verdad, no se sienten muy entusiasmadas con el eternamente postergado cambio de colorados por liberales, que de eso en el fondo se trata todo esto.
Las grandes interrogante que nos plantea el escenario son :
1. Estas pequeñas tribus “opositoras”, legitimadas por la vía del fraude, endogamia y control autoritario, ¿representan verdaderamente algún cambio? 2. En caso de producirse un fraude a favor del partido gobernante en las elecciones generales, ¿Tienen alguna autoridad moral para protestar?
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