ALIANZAS FEBRERISTAS CON EL PARTIDO LIBERAL
(Luis Agüero Wagner)
Aunque no pueda afirmarse en forma contundente que la coherencia ha sido alguna vez moneda de curso legal en la política paraguaya, uno de los más desafortunados experimentos aliancistas que acaecieron en su historia política es la que intentó unir a febreristas y liberales, lo más parecido a intentar mezclar agua con aceite que uno pueda imaginar.
En el vano intento fracasaron en el pasado dirigencias de muchos mayores kilates que las que hoy padecen ambas agrupaciones, lo cual hace que los vaticinios para nuevos intentasen el presente no sean precisamente muy optimistas. Para hacerse una idea de la profundad de las raíces que en el pasado tienen las controversias líbero-febreristas, basta mencionar que hasta hoy se siguen recriminando recíprocamente por la muerte del Mayor Joel Estigarribia, en la oscura noche del 21 de Diciembre de 1938.
Durante la primavera democrática de 1946, la recepción a José P. Guggiari y demás exiliados fue un pre-anuncio de lo que vendría. Una jubilosa bienvenida a los líderes históricos del liberalismo el 14 de agosto terminó en una infernal balacera por el centro histórico de la ciudad, que no se veía desde que los febreristas corrieron a los liberales a tiros el 17 de febrero de 1936. Al día siguiente –el 15 de agosto de 1946- los comunicados del Partido Liberal y de la Concentración Revolucionaria Febrerista se acusaban mutuamente de ser culpables de los disturbios en la víspera, con una contundencia que no dejaba margen a las dudas.
Durante la guerra civil contra los colorados que siguió, las fisuras en el frente interno del ejército líbero-febrerista, políticamente incoherente y dividido organizativamente, por momentos hacían olvidar que la guerra se libraba contra los sectores reaccionarios y nazi-fascistas del Partido Colorado. En aquel tiempo, igual que hoy, los seguidores del Centauro de Ybycuí no sintieron muy comprometido su predominio político sobre las arcas del estado ante tan amorfa, inestable y antiestética alianza.
La guerra se definió cuando las discusiones entre estos demócratas volvieron a aflorar en las puertas de Asunción y, según muchos testimonios donde las recriminaciones mutuas se repiten, los altos jefes revolucionarios, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con sus aliados decidieron mandarse mudar. Así acabó, con hombres desbandados y milicias acéfalas, el primer intento de unir por la misma causa a Febreristas y Liberales en un verdadero adefesio político.
No hace falta agregar que hasta hoy estos “aliados” no se han puesto de acuerdo a la hora de repartir las culpas de lo que entonces sucedió, más de seis décadas después.
Otro de los grandes enigmas relacionado con aquellos años de pólvora es la razón para el festejo de los colorados en la fecha 13 de enero, dado que el mismo golpista de aquel día, el Coronel Enrique Jiménez, pronto siguió a los revolucionarios de Concepción al exilio. Entre sollozos, aseguran testigos, se pasó implorando perdón a liberales y febreristas durante esos interminables años de destierro.
En el Movimiento 14 de mayo, coalición armada líbero-febrerista contra Stroessner, una vez más la pelea se desató por los cargos a ocupar en el poder ejecutivo cuando todavía la guerrilla no había cruzado el río Paraná. Ante tanta falta de espíritu aliancista, algunos responsables de las finanzas del grupo optaron por desertar, y el dinero acumulado para fines bélicos se desparramó en noches de alegre jarana por París, Estocolmo y otras capitales europeas.
El Acuerdo Nacional fue otro intento por aglutinar febreristas y liberales en un mismo frente político del que solo queda el recuerdo. La rapidez con que cada cual siguió su propio camino en febrero de 1989 tras esa tentativa sólo podría compararse a la rapidez con que los impolutos contestatarios del MOPOCO se arrojaron a los brazos del narcotraficante en jefe de la Conexión Latina. En menos de lo que canta un gallo, se reató el hilo de la historia y la unidad granítica volvió a sellarse por la vía zoqueteril, aunque algunos hoy pretendan convencernos que son capaces de rechazar airadamente ofrecimientos de cargos en Itaipú. ¿Serán éstos recuerdos del futuro?
LUIS AGÜERO WAGNER
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