lunes, 15 de junio de 2009

FERNANDO LUGO, LA JUSTICIA A MEDIAS DEL CASO GRASSI

Una justicia que se queda a mitad de camino, como con Julio Grassi, no es justicia
Escrito por Emilio Marín
15-06-2009

Después de una demora monumental, explicable por los vínculos sociales y la sotana del abusador, Julio César Grassi fue condenado. Por ahora queda en libertad y con derecho a seguir visitando niños. El medio pelo argentino suele comentar despectivamente cuando la pantalla caliente de la TV muestra escenas de alguna villa o barrio muy pobre, donde familiares de un niño violado apedrean e incluso incendian la vivienda del sindicado como que cometió ese delito. “Cosas de negros” piensan y dicen.

Pero, sin justificar en lo más mínimo esa costumbre de violencia por mano propia, se puede entender que el andar paquidérmino de una justicia de vendas caídas para ver a cuenta bancaria del procesado, puede estar alimentando aquellas reacciones violentas.

Esta justicia que deja tantísimo que desear, se vio en el juicio y condena al abusador Julio César Grassi, el cura mediático y administrador de millones de pesos de la Fundación Felices los Niños. Este miércoles fue condenado a 15 años de prisión por abuso de menores y corrupción de los mismos, luego de años de dilaciones en los que estuvo apenas un mes detenido. Incluso al momento de dictarle sentencia unánime, el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de Morón dispuso mantener su libertad.

Lo más increíble es que Luis María Andueza, titular de ese tribunal, justificó el aspecto más reprochable de la resolución: le permite al condenado presentarse en las dependencias de la Fundación Felices los Niños “con el acompañamiento de la persona que él designe”.

Andueza fue preguntado en un programa de Radio Continental y contestó: "nosotros no pensamos que Grassi pueda ser reincidente por eso le permitimos ir al hogar".

O sea, invocó un pensamiento totalmente subjetivo y personal, que los delitos cometidos contra tres menores (quizás sean muchos más, tres son los que se atrevieron a denunciarlo en Tribunales) se encargan de refutar.

A diferencia del presidente del tribunal, el psiquiatra Enrique Stola, terapeuta de dos de los abusados, expresó que “no hay evidencia científica de recuperación en casos como el del cura”. Añadió que “dejarlo suelto es un peligro para los menores de la Fundación al dejarlo ingresar con la persona que él desee”.

En esa nota con Magdalena Ruiz Guiñazú, Andueza se refirió a Grassi como “el procesado” cuando ya había sido condenado a 15 años de cárcel, que comenzó gambeteando en cuanto a su cumplimiento efectivo. Se fue a casa con el argumento de que la sentencia fue apelada -lo será por ambas partes-, y no quedará firme hasta que se pronuncie una Cámara de Apelaciones y posiblemente siga su camino hasta la Corte Suprema. Se vienen meses y hasta años en que el pedófilo vivirá libre como los pájaros, en vez de haber salido esposado de Morón rumbo a algún establecimiento penitenciario.

Tendría que haber ido a Marcos Paz, a recibir el afecto del cura Christian von Wernich quien desde foros de Internet proclama: “padre Grassi, condenado por los prevaricadores de la tiranía kirchnerista, reciba nuestra solidaridad”.

Hermano del pedófilo

“Estoy ´contentriste´” dijo el impresentable Raúl Portal al conocer el veredicto. Contento porque la condena no era tan pesada como había pedido el fiscal y triste porque lo habían hallado culpable. Tiempo atrás, al defender ardorosamente a Grassi con la troupe televisiva de Daniel Hadad, había deslizado que sólo cortaría su afecto si el pedófilo era condenado. Pero este miércoles redobló la apuesta, diciendo que de aquí en más no era más amigo sino hermano. ¿En qué quedó su declaración anterior sobre que revisaría el vínculo a la luz de lo que resolviera la justicia?

Quizás Portal, ex colaborador del contraalmirante Carpintero en la secretaría de Información Pública durante la dictadura, haya tenido en el subconciente aquellas expresiones suyas, al decirles a los periodistas en Morón que su “hermano” había sido condenado por “un solo caso”. En rigor, lo fue por dos abusos sexuales contra un menor, “Gabriel”, y por corrupción, siendo desestimados los cargos de los otros dos menores, “Ezequiel” y “Luis”.

Quiere decir que fue penado por tres delitos cometidos contra un menor de edad que estaba a su cuidado en la Fundación, donde presumía de ser padre de los niños que no tenían el propio. Pero aunque hubiera sido uno solo, ¿acaso eso justificaba pasar a ser “hermano” de quien cometió uno de los peores delitos, porque tiene como víctima a un chico indefenso?

Ante un medio mendocino, MDZ, el sacerdote Fernando Yáñez, responsable del Hogar San Luis Gonzaga de Monte Comán, fue una de las primeras voces de la Iglesia en defender al condenado. "¿Y si me hacen algo parecido a mí?", se preguntó Yáñez, para acusar que el fallo “esconde mucho odio contra la Iglesia”. ¿Por qué tiene tanto miedo ese reverendo? ¿Acaso tiene algún problema con alguno de los 30 adolescentes guardados en su institución?

El abusador fue a juicio por haber cometido delitos contra menores y no porque la fiscalía fuera parte de alguna campaña híper atea. Lo subrayó el fiscal Alejandro Varela en su alegato: no acusaba a la institución sino al “perverso, abusador, cínico y mentiroso” Grassi.

Al cura mendocino le podrán disputar su condición de avalista número uno varios que usan hábitos. Uno es Von Wernich, represor condenado como cómplice de Ramón Campos y Miguel Etchecolatz. Otro es el cura de Paraná, Orlando Mattiassi, quien en junio de 2006 mandó una carta al sitio causagrassi.org diciendo: “rezamos por vos y nuestra radio FM Corazón más de una vez salió en tu defensa. Creemos en tu perfecta inocencia. Te bendigo de corazón”.

¿Para cuándo Bergoglio?

Si el fiscal Varela pidió 30 años de cárcel es porque tenía elementos sólidos para creer en la comisión de los delitos de abuso sexual de menores, corrupción y amenazas. El principal querellante, Juan Pablo Gallego, del Comité Argentino de Seguimiento de la Convención Internacional de Derechos del Niño, había solicitado 37 años por esos mismos delitos.

Ambos, Varela y Gallego, se basaron en los testimonios de las tres víctimas, en el informe de los psiquiatras forenses de San Isidro, Humberto Lucero y Nélida Queró, de que esas personas no eran fabuladores y sus relatos eran verosímiles.

Para el fiscal quedó probado que en la Fundación Felices los Niños, los menores dormían con mayores, Grassi entre ellos. Por eso, colateralmente, pidió procesar por falso testimonio a dos policías que habían declarado lo contrario buscando favorecer al enjuiciado. Uno de los policías era vicedirector de Hogares de la Fundación y el otro su asistente.

Grassi no aceptó someterse a pericias psiquiátricas en Buenos Aires y a regañadientes se prestó a una pericia física que comprobó lunares en sus partes pudendas, tal como habían relatado sus víctimas. A ese estudio lo resistió tanto como pudo, para desacreditarlo posteriormente como si hubiera sido un “experimiento de Menguele”.

Pero en El Calafate, Santa Cruz, sí le habían hecho un estudio psiquiátrico, ante otra denuncia de abuso sexual y la conclusión de los profesionales fue que en Grassi “se encontraron indicadores similares a los de los delincuentes sexuales”.

Los delitos fueron denunciados al juzgado 3 de Morón en 2000, donde la posición influyente del sacerdote determinó que el expediente durmiera en un cajón dos años. “Telenoche Investiga” lo destapó en octubre de 2002 luego de un trabajo de Myriam Lewin. Como esta periodista había estado secuestrada dos años en la ESMA durante la dictadura, los amigos procesistas del pedófilo cargaron con odio en su contra.

La primera denuncia fue hace nueve años y recién ahora hubo una condena más bien tibia contra el abusador. Está a la vista la falla de la justicia, que ha tenido mil contemplaciones y las sigue teniendo con el ahora condenado.

La justicia ha llegado tarde, pero al menos se hizo presente, con sus remilgos de clase y dobleces. ¿Pero qué decir de la Iglesia, que hasta ahora no ha dicho este cura es mío? Grassi no fue el primer sacerdote acusado de estos graves delitos pero sí se trata de un caso especialmente grave, porque los niños estaban a su cuidado en la Fundación.

¿Qué más espera el arzobispo Jorge Bergoglio, tan impiadoso con las políticas del gobierno en derechos humanos, para hacerse cargo, pedir perdón a la sociedad por sus curas pedófilos y sancionarlos?

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