sábado, 16 de mayo de 2009

FERNANDO LUGO: Fuera del Clóset

FERNANDO LUGO: Fuera del Clóset

Dejad que los niños se acerquen a mí...


Legión de Cristo: engaño, corrupción, perversión y simulación en el nombre de Dios. "Marcial Maciel es un buen ejemplo para la juventud mexicana": La Iglesia Católica

Rafael Sánchez Zanella







Según la Biblia Jesús decía a sus apóstoles que permitieran que los niños se acercaran a él para explicarles que sólo aquel que conservara por siempre la inocencia infantil podría entrar al reino de los cielos. Según la doctrina católica el cuerpo es un templo divino que debe mantenerse incólume para ser agradables a Dios, por tanto todo toque para provocar placer está catalogado como pecado y a través de la culpa se obliga al menor a no descubrir su sensualidad. Según las madres debemos dar obediencia, respeto y devoción a esos hombres que caminan por los atrios de las iglesias vestidos con sotana o levita y con aire de santidad; a nadie se le ocurre imaginar qué tienen entre las piernas esos hombres aparentemente asexuados, pues para desempeñar su magisterio divino deben ser castos, célibes y estar llenos de amor y bondad.

¡Y tú te lo crees a pie juntillas!... hasta el momento en que te das cuenta que ese hombre a quien respetas y obedeces deja la piedad para arrebatarte con violencia y engaños tu inocencia infantil, tras un acto carente de amor y de bondad, descubres que ese hombre ocultaba bajo la sotana un arma erecta que te hirió precisamente para lograr placer, el que te dijeron que estaba prohibido pues no le era agradable a Dios. ¿Qué pasa después por tu cabeza? Como ave herida en silencio pierdes la fe, te llenas de dudas y culpas, dejas que tu corazón absorba rencor en espera de poder vengarte, reniegas de todo, hasta de ti mismo porque ya no eres agradable a Dios.

Silencio, complicidad e impunidad

El arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco, siempre da nota en su conferencia de prensa tras su homilía dominical por su costumbre de opinar sobre casi todo, pero cuando se le cuestionó sobre los casos de pederastia sacerdotal en su arquidiócesis hizo mutis y se molestó, argumentó que los medios confunden su labor informativa con el morbo y ya no buscan la verdad, sino satanizar a la Iglesia.

En 2001 fustigó a la Comisión Estatal de Derechos Humanos por su propuesta de legalizar en la entidad las uniones de personas del mismo sexo, lo calificó como aberrante atentado contra la familia y dejó en claro: “no lo acepto”. En otra ocasión condenó la pastilla “abortiva” (la del día siguiente) por ser una clara señal de maldad y consideró que el uso del condón es otro signo del hedonismo que destruye a la sociedad, advirtió que la familia está amenazada por las equivocadas filosofías de la sexualidad, entre ellas el destape gay.

Otro día lo vi muy indignado por el aumento de la criminalidad en el país y exigió castigar a todos los criminales e instó a las autoridades a aplicar la ley penal con toda severidad, dijo que no le cabía en la cabeza que haya crímenes que queden impunes, como el del cardenal Posadas Ocampo.

Pero el arzobispo no respondió con la misma fuerza cuando se le cuestionó sobre si se aplicó justicia en el caso del cura Francisco Fuentes, acusado por familias de Tlaxcalancingo, Puebla, por abuso sexual de menores y por exorcismo. Molesto por la pregunta cambió de talante y dio por terminada la sesión informativa.

Días después, en julio del 2001, el sacerdote del pueblo fue aprehendido por la autoridad judicial del estado acusado por el delito de abuso sexual de menores. El líder de la grey católica poblana evitó a la prensa, lo único que se le oyó decir es que estaba harto del tema, sobre todo porque versiones de la prensa en esos días acusaban a la arquidiócesis de la Angelópolis de proteger al padre Fuentes y desestimar las acusaciones de muchas familias que señalaron al sacerdote como abusador de menores y de casi asesinar a una mujer al momento de intentar exorcizarla para curarla de sus males.

En otro momento se le preguntó su opinión sobre la pederastia sacerdotal. Suspiró y comentó que es un invento de la prensa que se suma al complot liberal contra la Iglesia, que es un signo de los tiempos que corren, “los hijos se van en contra de su madre la santa Iglesia”, en todo caso consideró que sólo Dios tiene el derecho de juzgar a sus ministros y sólo a Él deben rendirle cuentas, idea que es defendida por muchas madres de familia poblanas cuando justifican que los sacerdotes son “hombres y también cometen errores, pero sólo Dios tiene el derecho de juzgarlos, no nosotros”.

Ladrones de inocencias

Encontrar estadísticas sobre el índice de abuso sexual infantil en Puebla cometida al interior de los recintos e instituciones religiosas es labor imposible por la cerrazón de la Iglesia y el silencio cómplice de los prelados, pero sobre todo por la falta de denuncias por parte de los agredidos. No es fácil que un menor de edad, hombre o mujer, hable sobre el tema aunque les duela, por tratarse de su intimidad corporal, además por su confusión emocional y espiritual, por vergüenza y por las amenazas del agresor. Cualquier denuncia se topa también con la ley canónica que evita que los ministros sean juzgados por la ley civil. Hemos de sumar las humillaciones que enfrentan las víctimas de violación en el sistema judicial durante el proceso de investigación.

Y es que un agresor sexual podría ser cualquier persona, pero jamás en la mente de las mamás ni mucho menos en la del menor pasa ni siquiera la sospecha de que podría ser un religioso o religiosa, hombres y mujeres dotados de un fuero espiritual que los hacen confiables e intocables, sobre todo si son obispos, arzobispos o benefactor de la Iglesia. Tan intocables son que cuando cometen un delito, como el abuso sexual, no pueden ser fácilmente procesados por la autoridad judicial. Generalmente la jerarquía eclesiástica tiende un manto de silencio, de tiempo y olvido, remitiendo al sospechoso a otra parroquia o dándole otra ocupación, para que el caso se olvide y se sepulte en los anales del archivo muerto, pero en la mente de los niños el abuso persiste por siempre y sus secuelas están vivas todos los días de su existencia.

Las madres de familia son cómplices del sacerdote abusador precisamente por dejar que los niños se acerquen a él. Si un menor acusa al sacerdote o a la religiosa de que les mete mano, las madres se escandalizan y suelen mandarlos a callarse la boca, a no decir blasfemias porque Dios los va a castigar. Acusan al menor de mentir perversamente. Dudan que esos hombres de fe o las “esposas de Jesús” sean capaces de cometer tales tropelías, creen que las personas consagradas a Dios son seres asexuados, castrados, eunucos, impotentes o frígidas o que tienen sellados sus órganos sexuales por siempre. Lo que no saben es que estas personas por estar condenadas a no ser sexualmente activos, por su obligación de ser castos y célibes, no siguen el dogma y de todos modos tienen sexo en forma clandestina sin importarles abusar de quienes no se pueden defender, se convierten en ladrones de inocencias.

Pecado entre ostias

La pederastia o pedofilia sacerdotal es un fenómeno de todos los tiempos, la primera noticia que se tiene data de 1145 y entonces sí era fuertemente castigado. En la época que corre sabemos de los casos gracias a que alguien se atrevió a denunciarlos a través de los medios informativos. Así como la pedofilia no es exclusiva de sacerdotes, tampoco es únicamente homosexual, aunque algunos lo consideren sinónimos, también hay prelados que abusan de niñas, también los hay que violan monjas y quienes argumentan que el Papa les da permiso para portarse mal.

La cloaca se destapó hacia el año 2000 en Estados Unidos en la arquidiócesis de Boston, tras décadas de silencio cómplice del Vaticano al que pocos le creyeron que se trataba de un complot contra el catolicismo. Desde hace 50 años se acumularon en esa nación más de 10 mil denuncias de menores contra 4 mil sacerdotes que abusaron, la Iglesia Católica Estadounidense quiso aliviar su pecado pagando más de 600 millones de dólares a los afectados para resarcir daños. Menudo lío el de la Iglesia Católica al enfrentarse con sus contradicciones éticas y morales y al descrédito con sus fieles.

En México, desde 1993 se tienen contabilizados al menos 220 acusaciones de abuso sexual de curas contra menores y en este sentido el Consejo del Episcopado Mexicano y el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, reconocieron los daños y condenaron a los culpables pero no los entregaron a la justicia pero eso sí, prometieron limpiar los interiores de los seminarios para evitar infiltraciones de homosexuales, pues su corta visión no los hace entender que una cosa no provoca la otra, es decir, la homosexualidad de un cura no causa su pederastia.

La raíz de la pedofilia en sus ministros la tienen que buscar en la deficiente educación sexual, en los conflictos emocionales y psicológicos que esto causa, en el celibato que impuso la Iglesia desde el siglo XVI y no Dios, en la cultura culpígena que desde siempre ha existido y que impide que ejerzamos una sexualidad libre, plena y satisfactoria. No basta que los jerarcas católicos condenen a los culpables como pecadores y los retiren de sus púlpitos, lo que realmente deben hacer es modificar el derecho canónico para que los sacerdotes paguen sus culpas en el sistema judicial como cualquier ciudadano que merece castigo por sus delitos además de que repare el daño hecho, de lo contrario la Iglesia seguirá solapando esta perversión. La práctica del silencio continúa, no se sabe del avance que tienen los procesos, lo único cierto es que hay muchos abusos que no se denuncian.

La falta de castigo fomenta el delito, en México los abusos sexuales al interior de la Iglesia cobró niveles escandalosos después de la revelación que hizo en el 2002 un noticiario de CNI canal 40 sobre las denuncias que presentaron en 1997 ocho ex integrantes de La Legión de Cristo contra su fundador, Marcial Maciel, por abuso sexual y que no hicieron en su momento por miedo a que el padre cumpliera sus amenazas y porque no quisieron enfrentar el escarnio popular.

Y es que Maciel no es cualquier sacerdote. Fundó hace 60 años su orden que es considerada como las más rentable de la Iglesia gracias a que lucra con la educación privada y anualmente llena las arcas del Vaticano con millones de dólares. La Legión de Cristo es casi una mafia que está extendida sobre toda América y España, que educa con la convicción de que las letras con sangre entran, que tiene una multitud de negocios en diversos rubros. Maciel huyó del país a raíz del escándalo que sus defensores calificaron como un complot contra su líder y el catolicismo, de hecho todos los obispos del país salieron en su defensa.

La mejor prueba de su peso e influencia son sus nexos con el ala ultraconservadora de la iniciativa privada del país y con la pareja presidencial, que hicieron pagar a CNI canal 40 su osadía de ventilar las denuncias a Maciel por violación de varones menores de edad, la emisora tuvo que cancelar el noticiario y correr a sus conductores por presiones de Marta Sahagún de Fox, además el boicot encabezado por el dueño de Bimbo Lorenzo Sertvije y otros anunciantes simpatizantes de la Legión ahorcaron al canal financieramente.

Los ocho ex integrantes de la perversa cofradía, ya hombres adultos, presentaron sus denuncias ante la Congregación de la Doctrina de la Fe que dirige el cardenal Joseph Ratzinger, el mismo que condenó a los homosexuales por sus intenciones de casarse y que es considerado como el ejecutor de la Santa Inquisición de nuestros días. Extrañamente el proceso contra Maciel se detuvo y ante la eminente reapertura del caso cuando el Papa fallezca, Maciel dejó aparentemente el cargo recientemente como director de la organización y nombró sucesor a Álvaro Corcuera, una de sus víctimas en el pasado y su fiel mano derecha que le sirve como títere, es decir, Maciel sigue mandando. Su intención es que si fuera declarado culpable, Los Legionarios no resulten perjudicados, aunque ya de por sí su imagen está muy sucia, ya nadie les puede quitar la cara de pervertidos sexuales.

Maciel arrastra denuncias de violación de varones desde hace 50 años y es en 1956 cuando el Vaticano supo del caso y lo exculpó, hace más de cuatro años se fue de México y está siendo protegido por el Papa quien lo considera como un fiel funcionario y buen sacerdote y en el colmo del cinismo lo declaró “un buen ejemplo para la juventud mexicana”. Los analistas que siguen de cerca el caso consideran que si algún día se hace justicia a las víctimas del curita nacido en Cotija, Michoacán, hace 84 años, será demasiado tarde, quizás sea cuando éste muera.

Al ser solapado por la Iglesia, confirma la opinión de expertos en el sentido de que este papado pasará a la historia por dos hechos: 1) como represor de quienes se atreven a denunciar los actos de corrupción eclesial y cuyo principal ejecutor es Ratzinger; 2) por premiar con importantes puestos en El Vaticano a los inculpados por pederastia. Esto según los autores del libro “Votos de silencio, el abuso de poder durante el papado de Juan Pablo II”, Jasón Berry y Gerard Renner, quienes rebelan los casos de abuso sexual en la Iglesia y la especial y extraña protección del Papa a los culpables.

La obra hace especial énfasis en el caso de Los Legionarios de Cristo y relata como si fueran cuentos de terror los abusos que Maciel cometió contra chicos de 14 a 17 años de edad, las historias parecen surgir de los anales del infierno y demuestran que la organización se parece mucho a una secta donde al parecer la violación de varones menores de edad es como un rito iniciático pues es práctica común que se hereda, es decir, quien sufrió el abuso sexual de Maciel y se conformaron, se resignaron (o les gustó), después cuando alcanzaron altos puestos y poder en la organización abusaron de otros niños y así sucesivamente.

¡Qué alguien los detenga!

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