lunes, 2 de febrero de 2009

Alianza de Nazis y Comunistas, Heil!

Tal vez el próximo paso sea exigir la canonización de Adolf Hitler al mismo Papa Ratzinger, quien como antiguo militante de las Juventudes Hitlerianas, no podría oponer mucha resistencia. Sólo resta decir, ¡Heil, Fernando Lugo!

Aunque no faltó una protesta donde los rojos se unieron a los Nazis, y Hitler intentó dar a su demagogia un tinte socialista, es bien sabido que los monopolios y trusts capitalistas alemanes fueron los que llevaron al líder nazi al poder.
En el caso de Fernando Lugo, la alianza entre nazis y comunistas fue más solapada, pero para trepar al poder en Paraguay resultó decisiva.
Antiguos operativos del Plan Cóndor, afiliados al Partido Colorado, sumaron su poderío económico y caudal electoral al clérigo “marxista” Fernando Lugo para lograr derrotar al sector oficialista de su partido el 20 de abril.
Para dimensionar el grado de incoherencia del supuesto “giro a la izquierda” en Paraguay, hay que señalar que si alguien giró a la izquierda fue el sector del dictador Stroessner, quien en sus buenos tiempos acogió a jerarcas nazis como Martin Bormann, héroes de la propaganda alemana como Hans Rudel, colaboracionistas franceses devenidos en traficantes de heroína como Auguste Ricord, e incluso al carnicero de Riga, Edward Roschmann.
También fue acogido en Paraguay el líder croata Ante Pavelic, quien ante la derrota de Yugoslavia durante la II Guerra mundial en Abril de 1941 a manos del ejército alemán intentó abrir con apoyo nazi el camino de la independencia de Croacia.
Ahora este sector, que fue tan condescendiente con estos ilustres personajes, se ha convertido a la teología de la liberación, y apoyado la elección de un clérigo marxista, aunque no en forma desinteresada.
Hace unos días han reclamado desde el diario Crónica, manejado por ellos, que los restos del dictador Alfredo Stroessner sean repatriados y enterrados en el Panteón Nacional de los Héroes del Paraguay. Ver:

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Tal vez el próximo paso sea exigir la canonización de Adolf Hitler al mismo Papa Ratzinger, quien como antiguo militante de las Juventudes Hitlerianas, no podría oponer mucha resistencia. Sólo resta decir, ¡Heil, Fernando Lugo!

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LOS NAZIS Y EL OBISPO MARXISTA

Este domingo el obispo de los pobres participó de un curioso homenaje al dictador Nazi-fascista que en febrero de 1940 promovió en Paraguay un autogolpe disolviendo el Congreso, y en Julio del mismo año proclamó su dictadura totalitaria con respaldo de Washington.

Todo ello a pesar de que el 20 de abril, afirman las crónicas de las agencias noticiosas, se produjo un "giro a la izquierda en Paraguay". Se habló de giro a la izquierda porque el candidato era un presunto "obispo de los pobres" y partidario de la teología de la liberación.



Sin embargo, muchos detalles no eran del todo claros: el apoyo de la USAID a los movimientos que impulsaban la candidatura "marxista", el respaldo de la prensa vinculada a la National Endowment for Democracy y dirigida por jerarcas de la SIP, a la sazón empresarios enriquecidos con la dictadura anticomunista, la abierta ingerencia en su favor durante la campaña de James Cason, la asistencia en infraestructura hotelera a las giras del candidato brindada por la Secta Moon.

LOS NAZIS DEL OBISPO DE LOS POBRES
Aunque no faltó una protesta donde los rojos se unieron a los Nazis, y Hitler intentó dar a su demagogia un tinte socialista, es bien sabido que los monopolios y trusts capitalistas alemanes fueron los que llevaron al líder nazi al poder.

En el caso de Fernando Lugo, la alianza entre nazis y comunistas fue más solapada, pero para trepar al poder en Paraguay resultó decisiva.

Antiguos operativos del Plan Cóndor, afiliados al Partido Colorado, sumaron su poderío económico y caudal electoral al clérigo "marxista" Fernando Lugo para lograr derrotar al sector oficialista de su partido el 20 de abril.

Para dimensionar el grado de incoherencia del supuesto "giro a la izquierda" en Paraguay, hay que señalar que si alguien giró a la izquierda fue el sector del dictador Stroessner, quien en sus buenos tiempos acogió a jerarcas nazis como Martin Bormann, héroes de la propaganda alemana como Hans Rudel, colaboracionistas franceses devenidos en traficantes de heroína como Auguste Ricord, e incluso al carnicero de Riga, Edward Roschmann.

También fue acogido en Paraguay el líder croata Ante Pavelic, quien ante la derrota de Yugoslavia durante la II Guerra mundial en Abril de 1941 a manos del ejército alemán intentó abrir con apoyo nazi el camino de la independencia de Croacia.

LAS FALACIAS AL DESCUBIERTO
La facilidad con que la prensa latinoamericana es manejada por la CIA, la SIP y otras herramientas de control imperialista ha quedado en evidencia con la candidatura del clérigo-presidente, Fernando Lugo.

Todo quedó dicho hoy, cuando el dirigente del partido Comunista Belarmino Balbuena disparó sus primeros dardos contra el obispo Fernando Lugo, al que atribuyó estar reproduciendo las prácticas del partido colorado.

Denunció sobre todo a Miguel López Perito, como un personaje siniestro y Rasputín palaciego que estaría buscando su promoción política, aprovechando su proximidad al clérigo-presidente.

Simultáneamente, la nueva embajadora norteamericana Liliana Ayalde confirmó lo que veníamos denunciando desde hace meses: que Estados Unidos apoya al obispo Fernando Lugo. Sostuvo que la instrucción de su gobierno "es apoyar al presidente Lugo y todos sus objetivos". Ayalde es diplomática de carrera y se desempeñaba como directora de misión para Colombia de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), precisamente la oficina que financió gran parte de la campaña del clérigo Fernando Lugo. Para el arranque de la campaña, establecieron como mampara un grupo político denominado Tekojoja, que era financiado por James Cason a través de una ONG denominada Gestión Local.

Estas noticias que habíamos anunciado con meses de anticipación, denunciando que el obispo recibía financiación de la Secta Moon, apoyo de la CIA, la NED, la SIP, la IAF, y que su campaña era orquestada desde la embajada norteamericana de Asunción, han dejado en ridículo a la prensa militante de la izquierda latinoamericana, pero sobre todo, a los periodistas y corresponsales de las agencias noticiosas acreditados en Asunción.

Ahora todos los periodistas extranjeros tienen la oportunidad de corroborar in situ, las grandes mentiras propaladas desde las redacciones de Ultima Hora, ABC color, radio Ñandutí y otros voceros de la embajada norteamericana sobornados por donaciones de la National Endowment for Democracy y la USAID.

HOMENAJE AL LEGADO NAZI

Este fin de semana, primer domingo de setiembre de 2008, Fernando Lugo acabó de cerrar el círculo con un homenaje a quien impulsara en Paraguay una dictadura Nazi, el general José Félix Estigarribia, quien disolvió el Parlamento el 18 de Febrero de 1940.

PERSONERO DE LA ANTIPATRIA GLORIFICADO POR LA HISTORIOGRAFÍA COLONIAL

Los voceros de la historia colonial y entreguista que padecemos, llevan casi dos décadas de intensa campaña desnacionalizante, centrando sus ataques en las figuras históricas paraguayas que cuando tuvieron en sus manos los destinos de la nación, se mostraron inflexibles a la hora de defender los intereses paraguayos.

Una de las versiones en ese sentido más difundidas y virulentas, y al mismo tiempo escandalosamente deshonesta desde la óptica intelectual, es la que atribuye al movimiento revolucionario de Febrero de 1936 el haber sentado las bases para la dictadura militar en Paraguay. En estos tiempos en que vientos anti-imperialistas sacuden al continente, y Estados Unidos pasa por una crisis de credibilidad sin precedentes, difícilmente pueda esperarse que los pueblos de nuestra América se encuentren tan desinformados como para ignorar el papel del imperio norteamericano en la gestación y consolidación de las dictaduras latinoamericanas, y atribuir alegremente este fenómeno a un movimiento revolucionario previo a la guerra fría, anti-imperialista y de marcada tendencia hacia la democracia social como el que encabezó el Coronel Rafael Franco el 17 de Febrero.

Se han cebado hasta el hartazgo en el decreto 152, muerto por abandono y falta de aplicación, omitiendo que el redactor del mencionado documento era Bernardino Caballero, de filiación colorada e hijo del fundador de la ANR. Se rasgaron las vestiduras tanto quienes del Partido Liberal elevaron como dictador a José Félix Estigarribia, como quienes desde el Colorado lo hicieron con Higinio Morìnigo y Alfredo Stroessner, en muestra de olímpica hipocresía.

Roque Gaona, figura de reconocida solvencia moral e intelectual, no dudó en sostener que aquel decreto, “con todas sus letras, deformidades y esencias, es hijo legítimo del Partido Colorado”, dado que sus inspiradores habían sido Bernardino Caballero, Felipe Molas López, Manuel Riera y Natalicio González, así como el ex cívico Gomes Freire Esteves. El mismo tribuno colorado Osvaldo Chávez no tuvo inconvenientes para reconocer que el decreto 152 llevaba sin lugar a dudas “la impronta de Natalicio González”.

Lo más incongruente de esta historia es que quienes repiten una y mil veces la cantinela en cuestión, no hacen otra cosa que basarse en lo afirmado por grandes colaboradores del dictador Alfredo Stroessner, como Juan José Benítez Rickman o Luís María Argaña, este último incluso inspirador del vitaliciado, con que el ocho veces candidato del Partido Colorado, pretendió reeditar la dictadura perpetua.

Es que los favores, dádivas y subsidios recibidos de embajadas extranjeras e intereses imperialistas, les impide ver el papel de la guerra fría, la “Doctrina de la Seguridad Nacional” y otros engendros del imperio como elementos decisivos para el resurgimiento de los regímenes neo- nazis que bajo tutela estadounidense asolaron a la región en un pasado no muy remoto.

Uno de los principales colaboradores del dictador Estigarribia, Alejandro Marín Iglesias, reconoció en una entrevista que le hiciera Alfredo Seiferheld que “el gobierno norteamericano, con el que habíamos firmado contratos de empréstitos, insistía ante nuestro gobierno para elaborar algún documento constitucional para el país”. El documento urgido por Washington acabaría siendo la Constitución Nazi-Fascista de 1940.

A modo de disculpa, Marín Iglesias ensayó que dicha obra artesanal de represión y totalitarismo “estaba muy hecha para un hombre que tenía que inspirarnos mucha confianza. Nadie pensó que íbamos a discutir con la muerte”.

Añade el mismo colaborador del régimen dictatorial que tras el accidente del 7 de Setiembre, “Los altos Jefes sugirieron el nombre de Morìnigo y ahí se labró un acta en presencia de los militares y civiles del gabinete, en una sesión que concluyó a las dos de la madrugada. El nuevo presidente se comprometía a seguir con el gabinete anterior, seguir la política de transformaciones y progreso nacional y convocar a elecciones en un plazo de dos meses. El ejército se comprometió a apoyar y sostener plenamente la situación. Pero Morìnigo pronto tuvo otro criterio. Según él, convocar a elecciones no significaba llevarlas a cabo y habiendo muerto Estigarribia con un mandato poco desarrollado, él decía que la convocatoria debía hacerse para elecciones, pero para el año 1943”.

Así empezó la pesadilla que habría de aterrorizar a generaciones enteras de paraguayos, con un simple “urgimiento” del imperio norteamericano que unos cipayos sin discernimiento se apresuraron a atender, por encima de todo sentido común.

El resto de la historia ya la conocemos. Poco tiempo después Estados Unidos reemplazaba la “Doctrina de la Seguridad Hemisférica” que había impulsado “gobiernos fuertes” en el subcontinente para difundir su nefasta “Doctrina de la Seguridad Nacional”, una verdadera doctrina de contrainsurrecciòn que impulsó en definitiva la militarización del poder político.

Los fantoches y próceres de opereta como Estigarribia se convirtieron así en elementos de propaganda para los gobiernos neo-nazis que florecieron en Latinoamérica como resultado de la promoción de un fascismo preventivo, totalmente inocuo en política exterior, pero sí efectivo para tapar las ollas de la población hambrienta de la región.

La inestabilidad política y económica de los países latinoamericanos favoreció la indiferencia ante los golpes de estado, que sólo se hacían para apoyar y perpetuar poderosos aparatos militares que se utilizaban para proteger los intereses de una èlite sobre los del conjunto de la comunidad. En todo país latinoamericano donde los militares tomaron el poder en esta etapa, fueron un instrumento para preservar estructuras políticas y económicas que negaban las necesidades básicas y los derechos elementales a la mayoría de la población.

Cualquier ciudadano común hoy en Paraguay está informado de la avasallante presencia norteamericana en la milicia y otras instituciones armadas, así como el papel desempeñado por la embajada norteamericana en los asuntos militares y políticos del país. Los famosos “asesores” yanquis siguen considerando a nuestro país, como por décadas hicieron con países como Venezuela o Bolivia, como una vulgar “tierra de nadie”.

La batalla que se anuncia en Paraguay, sin dudas será dura, como lo fue en pueblos sometidos por el colonialismo y la opresión imperial en otros tiempos. Pero sería extraño en verdad que un bien tan sagrado como la dignidad nacional no fuera tasado a un alto precio

AGRAVIO A ILUSTRE DEFENSOR DE LA CAUSA PARAGUAYA ( II )

El 15 de agosto de 1939, el general José Félix Estigarribia asumía la presidencia de la república, como candidato del Partido Liberal, electo en unos comicios de partido único. Esta tacha hizo, asimismo, el Congreso que había comenzado a funcionar un poco antes.

En breve lapso de tiempo, el mismo general encabezó un autogolpe de estado, asumió la suma del poder público, disolvió el Congreso, intervino la Universidad, decretó la tregua política, amordazó a la prensa y derogó la Constitución de 1870.

El 29 de Octubre de 1939, el eminente tribuno uruguayo Luís Alberto de Herrera, publicó en el diario “El debate” de Montevideo un artículo que habría de tener consecuencias insospechadas. “El Paraguay Mutilado” se titulaba el suelto periodístico en el que el presidente del Partido Blanco uruguayo historiaba brevemente el despojo de que fuera objeto nuestro país luego de la guerra contra la triple alianza. El artículo tuvo su origen en la Conferencia de Panamá, a raíz de que algunos países como Argentina, Ecuador, Guatemala, entre otros, hicieron reclamaciones territoriales que estimaban muy justificados, particularmente la Argentina, con el conocido caso de las Islas Malvinas. Al doctor Herrera le dolía, y con plena justificación, que el Paraguay por intermedio de sus representantes, ni siquiera se atreviera a abrir la boca en dicha conferencia, para reclamar la devolución de aquello que fuera injustamente despojado en una guerra de conquista y de rapiña, y terminaba su artículo afirmando que “por eso gotea ignominia la Triple Alianza: por eso la simpatía de América acompaña a la opinión pública paraguaya en el justísimo reclamo de lo suyo que hoy la enciende”.

Este artículo del doctor Herrera dio lugar a un insólito desmentido de la Legación del Paraguay en Montevideo, fechada el 6 de noviembre de 1939 y firmado por un tal Dalhquist, en el que afirmaba que cumpliendo “expresas instrucciones de la cancillería paraguaya” informa y “hace constar que el gobierno y el pueblo del Paraguay hacen y harán, siempre, honor a las firmas puestas al pie de los Tratados”, contrariando así a quienes tomaban la defensa de los derechos paraguayos.

Sólo faltaba que emitiesen una desautorización para Juan Bautista Alberdi, Olegario Víctor Andrade, José Hernández y Carlos Guido Spano, por haber defendido al Paraguay del genocidio perpetrado por las hordas bárbaras de la alianza anglo-brasileño-mitrista, y contra el senador norteamericano Huey Pierce Long, por haber hecho lo mismo ante la agresión de la Standard Oil Company que financió a Bolivia para apoderarse del Chaco paraguayo.

Pero el doctor Luis Alberto de Herrera no se dejó intimidar. En “El Debate” del 8 de noviembre de 1939, reafirmaba que el Paraguay fue descuartizado por el ignominioso tratado de la Triple Infamia y que demasiado derecho tenía a reivindicar lo que le fuera despojado, por lo que le parecía “insostenible el comunicado de la cancillerìa paraguaya que pretende acallar aquella verdad, a fin de no disgustar a los que realizaron el despojo, quizás a su pedido”, y se afirmaba en aquello de que “como hombres libres a nadie tenemos que pedirle permiso para opinar sobre asuntos continentales”, y que “el despedazamiento de la patria tres veces heroica, por los aliados, constituye la mayor iniquidad internacional consumada en el Nuevo Mundo”.

Esta categórica y elocuente réplica causó irritación a Estigarribia, quien hizo decir por su representante en Montevideo, a través de la publicación “El Plata” el 15 de noviembre de 1939, que la posición paraguaya no obedecía al propósito de no disgustar a países vecinos, los despedazadores, sino “poner de resalto la tradicional política paraguaya de respeto a sus compromisos internacionales”…

La reacción de Herrera se hizo oír el mismo día 15 en El Debate. Aclaraba que su diario no publicó la solicitada que arriba se menciona “por la sencilla razón de no reconocer a ninguna Legación, sea la que fuere, el derecho de dirigírsenos en tono impertinente”.

Añadía que “Por otra parte, la apreciación de sucesos históricos tales como la nefasta Triple Alianza contra la República mártir del corazón de América, nadie puede vedarla y, guste o no guste, hemos de decir y repetir, cuantas veces lo creamos necesario, lo que nos parezca sobre aquel enorme delito internacional”.

De esto podemos deducir, que el representante del gobierno de Estigarribia habría objetado que el doctor Herrera tomara la defensa de los derechos del Paraguay empleando, por lo visto, términos inadecuados. Hasta ese punto llegaba su identificación con el régimen legionarista que se había impuesto al país por la vía del genocidio en 1870.

El ilustre defensor de la causa paraguaya agregaba que su error tal vez consistía “en haber publicado un mapa que muestra gráficamente como fue descuartizado el Paraguay en 1865 por sus libertadores. Cientos de miles de kilómetros arrancados del acervo inmemorial e indiscutido de la nación hermana, a pretexto, inicuo, de evitar, ¡Oh sarcasmo!, las discusiones y guerras que se suelen derivar de las cuestiones de límites. Esta fue la obra maldita del imperio del Brasil y de Mitre y por más que intente lo contrario, nadie conseguirá apagar en nuestra garganta la voz de la verdad”. Terminaba su descargo afirmando que “si odiosísima fue la guerra y destrucción del Paraguay heroico, más odiosa, aún, fue la conjuración de calumnias tejidas sobre el nombre inmortal del caído para disimular el crimen de sus verdugos. Desventurado el paraguayo que moje la pluma para ponerla al servicio de causa tan renegada”.

El cinismo del gobierno de Estigarribia y porqué no, la rara bajeza de su actuación en este caso, no es sino la repetición de la forma de actuar de los regímenes oligárquicos paraguayos. Sus hombres no tuvieron jamás la entereza para respaldar al llamado que ordenaba defender lo nuestro, o por lo menos dejar constancia ante la historia, de que teníamos derecho a reclamar lo que históricamente ha sido nuestro, aunque esto no representase más que un símbolo. Así actuó la Argentina muchas veces, cualquiera fuera el estado o la situación política imperantes.

Es que quienes poco tiempo antes habían firmado un tratado secreto para entregar otra porción más de territorio paraguayo, no tenían ni podrían tener la solidez moral de defender lo que históricamente y por títulos y derecho fue nuestro, ni de hacer constar nuestros derechos ante la conciencia americana, respondiendo en cambio, en nombre del pueblo paraguayo, que no le autorizó a hablar por él, y menos con esos argumentos, con su negativa a defender una posición lógica y en ese momento favorable, y cerrarse con la afirmación poco convincente de hacer honor a firmas que nunca han podido tener valor. “Cómo hacer honor a tratados impuestos por los vencedores de un pueblo masacrado. Cómo hacer honor a las firmas de siniestros personajes –legionarios repudiados por la conciencia nacional- que se congratulaban y felicitaban a los enemigos de nuestra patria, por cada victoria obtenida sobre nuestro glorioso ejército!”.

La ridícula reacción y la aún más torpe afirmación, por parte del gobierno, de que el doctor Herrera estuviera participando en un complot para derribarlo, como explicación de lo ocurrido, originó la programación, por parte de la Federación Universitaria del Paraguay y de los centros estudiantiles secundarios, de un homenaje al citado gran amigo de nuestro pueblo, a realizarse en la Facultad de Ingeniería. El acto fue prohibido por el Ministro de Justicia de la dictadura, el inefable Efraím Cardozo, mientras la policía clausuró el local e impidió el acceso al mismo, ingresando violentamente al recinto universitario con un completo desprecio al principio de la autonomía universitaria.

La reacción más natural, propia de un régimen oligárquico, fue intervenir las casas de estudios, expulsar a los profesores y estudiantes que no se amoldaran a sus requerimientos de acatamientos y reencausar la vida estudiantil dentro del nuevo orden establecido. Quienes no aceptaran estas condiciones, de acuerdo al criterio de la oligarquía dominante, debían buscar mejores horizontes en otros lugares y abandonar sus estudios. Orlando Rojas recuerda en sus memorias:

“En 1940, el Ministerio de Educación y Culto resolvió anular el sistema coeducativo del Colegio Nacional, respondiendo a las presiones de los sectores retardatarios, inclusive la Iglesia. Con el argumento de que “el Colegio Nacional corre el riesgo de convertirse en centro de escándalo”. El gobierno, para ejecutar esta resolución, separando mujeres y varones en la enseñanza secundaria, fundó el Liceo de Niñas, lo que significaba el desplazamiento de nuestras compañeras hacia el nuevo local. La respuesta a esta situación fue la declaración de huelga, en solidaridad con ellas, que no querían aceptar el atentado contra la co educación.

Fuimos objeto de persecución y apresamientos para los varones, y para las mujeres presión en la familia, en la Iglesia, en la opinión pública. El estudiantado, en mayoría, acató la huelga, y como consecuencia, 1940 fue un año perdido para todos”.

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