viernes, 23 de enero de 2009

MONSANTO, CAPAZ DE ESCANDALIZAR A LA MONARQUÍA

Aunque no muevan un pelo a los “gremios” de “productores” de Paraguay, protegidos por los sicarios del ministro del Interior del obispo asesino de pobres Fernando Lugo, los horrores de Monsanto han logrado escandalizar a la misma monarquía.

Aunque no muevan un pelo a los personeros del capital transnacional aglutinados en los “gremios” de “productores” de Paraguay, protegidos por los sicarios del ministro del Interior del obispo asesino de pobres Fernando Lugo, los horrores de Monsanto han logrado escandalizar a la misma monarquía.

Aunque los subalternos de Monsanto en Paraguay, traficantes de transgénicos de origen brasileño, pretendan que los campesinos deben aplaudirlos por haber traído “el progreso” a su infortunado país, la citada empresa ya tiene acopiado un prontuario de infamias y agresiones a la población rural de estas latitudes.
A fines de 1998, una letal descarga de semillas vencidas tratadas con agrotóxicos peligrosos y una bacteria genéticamente fue arrojada sobre una ignota población rural, ocasionando muertes y graves trastornos a una población pobre y analfabeta. Los responsables eran burócratas de la Delta and Pine Land Company, que se acababa de fusionar con Monsanto.
Estos benefactores de la ciencia y luchadores contra el hambre en el mundo jamás se hicieron cargo del asunto, y los “chicos buenos” de las ONGs como Alter Vida se desentendieron del asunto, alegando que carecían de fondos para asistir a los afectados.
Es probable que estaban ahorrando para su promoción política a través del obispo asesino de pobres, con cuya candidatura al fin accedieron al escuálido presupuesto público del miserable Paraguay, y podrán meter mano en el erario público con tanta discreción como lo hicieron en las cuentas de USAID y otros benefactores imperialistas.
Dijo Voltaire que la tiranía de uno solo es preferible a la de muchos; dado que un déspota tiene siempre algunos momentos buenos; en cambio una asamblea de déspotas no los tiene jamás. Desgraciadamente para el Paraguay, país del cual el infortunio parece haberse enamorado, hoy se encuentra gobernado por una asamblea de déspotas y tiranuelos, malversadores de donaciones a ONGs, que para colmo responde a embajadas extranjeras.
Esto sólo hace que la tiranía sea aún más insoportable, porque como alguna vez dijo Napoleón Bonaparte, la peor tiranía es la de los subalternos.
Actualmente, el poderío de las ONG sobre la sociedad paraguaya ha crecido tanto que han reemplazado en la práctica a los partidos políticos.
No está demás mencionar que las ONGs en sus caballerescos comunicados tecnicistas, bien depurados para no ofender a nadie y mucho menos a la embajada norteamericana, jamás mencionan en forma explícita el meollo del asunto.
Tanto Monsanto como estas ONGs son gerenciadas de sde Washington, por lo que cabe hacer por enésima vez la pregunta: ¿vendrá el remedio del mismo lugar y por la misma vía por donde ha venido la enfermedad?

MONSANTO, UNA EMPRESA CAPAZ DE ESCANDALIZAR A LA MONARQUÍA
Hace ya una década, el príncipe de Gales conmocionó a la opinión pública británico expresando en el Daily Telegraph su oposición a las técnicas de modificación genética aplicadas a los alimentos, un gran progreso para los negocios de Monsanto. “Creo que debemos parar e interrogarnos sobre esta cuestión, mediante un amplio debate público sobre los aspectos éticos que no pueden abordar solamente la ciencia y la legislación”, razonaba Carlos, el heredero de la monarquía británica, en su artículo de entonces, reproducido por The Ecologist en su edición de Octubre de 1998, que sufrió un atentado y debió re-imprimirse.
Una década más tarde, se reafirmó en su condena a los transgénicos e incluso subió el tono de sus ataques esta semana y no dudó en culpar a los transgénicos del “verdaderamente espantoso y trágico” número de suicidios de agricultores pobres de la India, dejando en claro que no se amilana por las críticas que ha recibido por su postura
Asoció los transgénicos al “comercio sin moralidad” y “ciencia sin humanidad”
Las duras palabras del príncipe resonaron en la conferencia de grupos antitransgénicos llevada a cabo en Nueva Delhi esta semana.
El príncipe manifestó que no se preocupa por esta materia porque es algo bueno para su propia salud, sino “precisamente porque creo fundamentalmente que, a menos que trabajemos con la naturaleza no conseguiremos restaurar el equilibrio que necesitamos para sobrevivir en este planeta”, aseguró.
Carlos puso de relieve uno de los puntos más dramáticos del debate sobre los transgénicos: los suicidios de pequeños agricultores. Decenas de miles agricultores se suicidaron en la India tras encontrarse envueltos en deudas apremiantes. Una de las razones serían los altos costos de las semillas.
En su discurso, en el que participó por invitación del Dr. Vandana Shiva, fundador de Navdanya, el príncipe de Gales subrayó “la verdaderamente espantosa y trágica tasa de suicidios de agricultores en la India, originada en parte por el fracaso de muchas variedades de transgénicos”.
Se atribuyen fallas a la variedad de algodón Bollguard de Monsanto, pese a que esta compañía defiende su algodón transgénico y aduce que las semillas llegaron después de los suicidios.
Carlos advirtió que los transgénicos “inevitablemente contaminarán los campos vecinos”, lo que hará imposible mantener la integridad orgánica de las cosechas convencionales y añadió que por primera vez en la historia esto ocasionará que un sistema de agricultura de un hombre destruya efectivamente la elección de otro hombre y “convierta toda la cuestión en una materia moral global”
Citó a Mahatma Gandhi, que condenó el “comercio sin moralidad” y “ciencia sin humanidad” y agregó que nos debemos preguntar si (aunque sea sólo por precaución) sería sabio mantener algunas áreas del mundo libres de transgénicos
El príncipe condenó la pretensión de que “los transgénicos son esenciales para alimentar el mundo” señalado que las cosechas transgénicas son menores que las convencionales y consideró —esas pretensiones— como un desvío equivocado en el camino que el mundo debe seguir para una alimentación sostenible y durable, además de ser una distracción riesgosa y cara, que distrae la atención sobre los recursos reales y sobre las soluciones de largo plazo, como las variedades de cosechas que responden bien a sistemas de bajo esfuerzo, que a su vez, no emplean combustibles fósiles.
Hay evidencia sustancial “que muestra que una población en crecimiento puede ser alimentada de manera más exitosa a largo plazo con sistemas agrícolas que emplean la tierra con límites ecológicos”, indicó.
Añadió que estudios recientes muestran que las técnicas de agricultura orgánica han incrementado la producción en Brasil en 250% y en Etiopía hasta en 500%, y señaló que el profesor Bob Watson, ahora jefe científico del Department for Food, Environment and Rural Affairs del Reino Unido, respalda a la agricultura orgánica antes que a los transgénicos para combatir el hambre.

LA JORNADA, México: el antiguo teocintle, en manos de Monsanto

Estos pueblos, en los últimos años se han enfrentado a un ataque directo hacia su maíz sagrado, la contaminación de polen proveniente de plantas de maíz que fueron modificadas genéticamente (transgénicos), patentadas por empresas multinacionales como Monsanto y liberadas al medio ambiente por las mismas empresas y en complicidad con el Estado, situación que pone en serio riesgo la gran diversidad genética nacida del maíz originario y de las prácticas milenarias de los pueblos indígenas
El maíz es nuestra madre, es Tatei Niwexika, de ella vivimos, nos forma, es hija también de nuestra madre la Tierra, mientras exista el maíz existirá nuestra cultura –platican los wixaritari, uno de los principales pueblos indígenas de México.
Según estudios, hace miles de años, antes de la domesticación del maíz, clasificado científicamente en el género “zea”, una milpilla se cruzó con una especie del género “tripsacum”, naciendo así el primer maíz silvestre, con características como: no morir cada año (perene) y que se reproducen sin necesidad de intercambio sexual (vegetativamente).
Después surgieron otros maíces silvestres de la raza llamada “balsas”, después se nombró por los científicos como Zea parviglummis, se cree que éste dio origen a las razas “chalco, nobogame y mesa central”.
Según otros estudios (Mangelsdorf, 1981), el primer maíz anual pudo venir de la cruza del Zea diploperennis (que hoy se encuentra sólo en la Sierra de Manantlán, Jalisco) y una especie de maíz palomero toluqueño, es decir, que el ancestro sagrado del maíz es precursor inmediato del primer maíz anual, posiblemente el Zea parviglummis.
Estos últimos, los maíces anuales, son la base para la domesticación del maíz; al sembrarse año con año se fueron creando nuevas variedades adaptadas a las condiciones ambientales de las diferentes regiones donde fueron habitando los pueblos originarios de estas tierras.
Estos pueblos, en los últimos años se han enfrentado a un ataque directo hacia su maíz sagrado, la contaminación de polen proveniente de plantas de maíz que fueron modificadas genéticamente (transgénicos), patentadas por empresas multinacionales como Monsanto y liberadas al medio ambiente por las mismas empresas y en complicidad con el Estado, situación que pone en serio riesgo la gran diversidad genética nacida del maíz originario y de las prácticas milenarias de los pueblos indígenas.
Desde 2005, en múltiples espacios se ha discutido y repudiado cómo mediante un convenio de investigación con la Universidad de Guadalajara (UdG), la trasnacional Monsanto ha penetrado en el territorio nahua de la Sierra de Manantlán, decretada desde 1987 como Reserva de la Biosfera, principalmente por la presencia del Zea diploperennis, encontrado en la región en 1978 por un estudiante de Biología.
Ante esto, las reacciones de la UdeG fueron muy diversas, algunos utilizaron la coyuntura para sacar tajada política del convenio firmado por Raúl Padilla y ratificado por el hoy ex rector Carlos Briseño, en su función como secretario general de la casa de estudios; los grupos políticos en la Sierra de Manantlán contrarios a la Universidad hicieron lo mismo, algunos hicieron precisiones pertinentes y otros se deslindaron del problema.
Esta situación salió a la luz por publicaciones en medios regionales del sur de Jalisco y posteriormente en algunos medios nacionales e internacionales, centrándose el análisis en el riesgo de que Monsanto haga investigación alrededor de la Sierra de Manantlán, siendo que las investigaciones, en la que el responsable fue el doctor José de Jesús Sánchez, del CUCBA, incluyó también un estudio sobre la distribución de teocintles en muchos puntos de México, siendo un mismo objetivo con dos vertientes diferentes; la primera, identificar el nivel de flujo génico del maíz cultivable al teocintle y viceversa, mientras que el segundo fue para saber con el máximo detalle existente hasta ahora dónde, cuántas y qué especies de maíz silvestre hay en México.
En este escenario es que el asunto trasciende todos los cuestionamientos, el actuar de la Universidad, las precisiones de si los estudios fueron dentro o fuera de la reserva y las implicaciones políticas dentro y fuera de la UdeG. En un primer momento la preocupación de grupos académicos fue aclarar que los estudios no eran sobre Zea diploperennis, la variedad silvestre descubierta (por la ciencia) en Manantlán, sino que “los estudios eran con el Zea parviglummis, un maíz silvestre anual presente en municipios aledaños, principalmente Ejutla”.
Con la investigación en la zona de Manantlán y sur de Jalisco, Monsanto no sólo demuestra el flujo genético entre sus maíces mutantes y el ancestro del maíz, el teocintle, sino que rastrea el camino evolutivo de su enemigo, es decir, el maíz antiguo cuidado por los pueblos originarios, ese que veneran y por el que están dispuestos a dar la vida para defenderlo.
Monsanto lo sabe, incluso en un anexo del convenio con la UdeG señala: “evolutivamente, el maíz es considerado como el descendiente domesticado de una especie tropical de teocintle Zea mays, subespecie parviglummis” y por lo tanto plantea la necesidad de hacer estudios en los hechos sobre el flujo genético, diciendo textualmente el convenio: “La incorporación del maíz transgénico a la práctica agrícola ha generado múltiples preguntas referentes al posible impacto del flujo genético con especies nativas… Sin embargo, debemos pasar de la inmovilidad que impone la moratoria de facto en la experimentación –que en el mejor de los ejercicios teóricos permitirá conclusiones sin valor práctico– a la realización de investigaciones directamente con el teocintle, sin mayor dilación…”.
A pesar de que los estudios hechos por la UdeG demostraron el flujo genético en ambos sentidos: del maíz al teocintle y viceversa, se levantó la moratoria, se aprobó la Ley Monsanto y se están instalando campos “experimentales” de transgénicos en el noroeste del país; campos que en Estados Unidos causaron la contaminación de todo su territorio.
Cuando se descubrió el Zea diploperennis o milpilla, las empresas biotecnológicas se frotaron las manos al ver que esta especie es resistente a cuatro de las siete principales enfermedades virales: los nematodos, las plagas del suelo y el “enanismo”; además es tolerante a la humedad, las heladas y las malezas, y por si fuera poco, podría pasar la perenidad al maíz cultivable. Hay quien asegura que incluso este milagro ancestral puede ser la cura a la enfermedad capitalista impuesta al maíz sagrado, todo esto sin patentes o control multinacional. Por esas virtudes se valuó al Zea diploperennis en 6.82 billones de dólares anuales, siendo un reto para las empresas que la milpilla no salga de la Sierra de Manantlán. ¿Qué mejor forma para evitarlo que la contaminación transgénica? A final de cuentas, esas semillas ya están en sus bancos de germoplasma.
Hasta hoy la referencia de información sobre la distribución del maíz silvestre, siguen siendo los estudios que realizó Wilkes en 1967, pero hoy la información que posee Monsanto, gracias a los resultados de su investigador José de Jesús Sánchez, ha superado ya la información generada por Wilkes, incluso el mismo Wilkes señaló en un foro en 2002: “Pienso que Jesús Sánchez ha hecho un trabajo maravilloso sobre esto y quiero felicitar a México, porque no creo que haya ningún otro pariente silvestre cercano de un cultivo importante que haya sido estudiado en una escala tan fina en cuanto a su distribución actual. Lo que hice hace 35 años fue burdo y a pesar de esto era bueno, ya que esbozaba la distribución; pero ahora hemos llegado a un grado de precisión muy alto”.
Esta información “es privada”, la cláusula octava del convenio UdeG-Monsanto establece que la Universidad debía obtener el permiso de Monsanto para publicar los resultados, por lo que éstos serán usados para lo que mejor convenga a Monsanto, es decir, nada alentador para los campesinos que guardan sus semillas y para los que nos alimentamos de maíz.

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